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¿Qué es la crianza positiva?

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¿Qué es la crianza positiva?

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No hay recetas en la crianza de una niña, niño o adolescentes.

Utilizar métodos de disciplina violenta, como golpes, amenazas o insultos, pueden dar la impresión de ser efectivos, porque niñas, niños y adolescentes
tienden a obedecer en el corto plazo. Sin embargo, en el largo plazo, provocan daños emocionales, incluso permanentes.

La violencia física o psicológica no es enseñar a portarse bien, sino a evitar el castigo, lo que a su vez muestra que la violencia es una vía para enfrentar los problemas, además de provocar otras consecuencias, como reducir la capacidad de aprendizaje.

Por su parte, la crianza positiva o parentalidad positiva, que se basa en normas, acuerdos y herramientas sin utilizar la violencia, provocando su comprensión sobre las consecuencias de determinadas acciones y comportamientos.

Se trata de enseñarles a hacer lo correcto, con amor y paciencia, en lugar de implementar el miedo, el castigo y la violencia, sin que en ningún caso deba
confundirse con la crianza permisiva.

Un concepto clave son las competencias parentales, que son las herramientas, conocimientos o habilidades, que permiten que madres, padres o personas
cuidadoras afronten las necesidades de amor y desarrollo de niñas, niños y adolescentes.

Las principales competencias parentales son vinculares, protectoras, reflexivas y formativas.

¿Y en qué consisten cada una de ellas?

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Una competencia vincular abarca distintos conocimientos, actitudes y prácticas cotidianas de crianza, que favorece la conexión psicológica y emocional con las niñas, niños y adolescentes, lo que regula su estrés y sufrimiento, organiza su vida psíquica y protege su salud mental, promoviendo una relación y amorosa en términos de parentalidad.

Su principal herramienta es la observación y el conocimiento sensible, es decir, la capacidad de padres y madres o personas cuidadoras para prestar atención y leer las señales con las que la niña, niño o adolescente comunica sus necesidades, así como el conocimiento constante actualizado sobre su
personalidad, sus miedos y gustos, rutinas y preferencias.

En este contexto, un buen trato significa colocar como prioridad su bienestar y salud, teniendo muy presentes sus derechos y necesidades.

  • Regulación del estrés: capacidad parental para acompañar, modular y calmar estados emocionales de estrés y sufrimiento psicológico, favoreciendo su transición a nuevos estados de equilibrio.
  • Calidez emocional: capacidad de demostrar en forma consistente expresiones de afecto y buen trato, como paciencia, contención y amor, entre otras.
  • Involucramiento activo: capacidad de tener disposición, atención y ocupación para responder a sus necesidades, participando activamente de su
    desarrollo.
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La competencia protectora es cuando un padre o madre cuenta con un conjunto de conocimientos, actitudes y prácticas de crianza que están dirigidas a cuidar y proteger adecuadamente a niñas, niños y adolescentes, resguardando sus necesidades de desarrollo humano, garantizando sus derechos y favoreciendo su integridad física, emocional y sexual.

Entre las funciones principales que abarca la competencia protectora se encuentran las siguientes:

  • Garantías de seguridad: otorgarles constantemente la seguridad física, emocional y psicosexual a la que tienen derecho
  • Contexto bientratantes: promover que en todos los contextos en donde se desenvuelve (familiar, vecinal, comunal, escolar, etc.) sean respetuosos y
    amorosos y bientratantes con la infancia y sus derechos.
  • Cuidados cotidianos: proveer los cuidados que permitan la satisfacción de sus necesidades básicas, en relación con la alimentación, vestimenta e higiene, entre otros aspectos.
  • Organización de la vida cotidiana: establecer un encuadre en su vida, de tal forma que a través de ciertas rutinas, sea posible anticipar hechos cotidianos, lo que genera sentimientos de seguridad y estabilidad.
  • Redes de apoyo social: generar y mantener redes de apoyo emocional, instrumental o económico, según resulte necesario en los distintos momentos de la crianza.
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Las competencias reflexivas son el conjunto de conocimientos, actitudes y prácticas cotidianas de crianza, que permiten pensar, sentir y hacer acerca del
tipo de parentalidad que vivieron los propios padres, madres o personas cuidadoras.

En este proceso se reflexiona acerca de las influencias de lo heredado de las vivencias y experiencias, con el consecuente razonamiento de si es el deseo
de seguir en ese mismo camino de trato y educación.

También permite analizar la forma de crianza que se está llevando a cabo con los propios hijas e hijos y darse un momento para pensar y sentir acerca del rol propio, a fin de desarrollar una parentalidad de la mejor manera posible, con una mayor capacidad de crear una cultura de paz en la familia.

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Las competencias formativas son el conjunto de conocimientos, habilidades y prácticas cotidianas de parentalidad y crianza, dirigidas a:

  • Definir normas y hábitos mediante una disciplina respetuosa basada en el buen trato. Se trata de la capacidad para regular y guiar su comportamiento, mediante el uso de herramientas como la anticipación y explicación.
  • Socialización o preparación para vivir en sociedad; implica transmitirles las normas de comportamiento y reglas aceptadas en los espacios públicos,
    introduciéndole en los valores y costumbres de su comunidad o cultura.
  • Estimulación del aprendizaje
  • Guía, orientación y consejo para diversos momentos de la vida.

Para poner reglas, en un enfoque de crianza positiva, se consideran las siguientes recomendaciones:

  • Las reglas y normas se basan en razones y no en voluntades propias.
  • Dar explicaciones lo más claras posible, a fin de que sean comprendidas por la niña, niño o adolescente.
  • Dejar claro que el objetivo es cuidar la seguridad y promover la sana convivencia
  • Hacerles conscientes de las consecuencias de romper con las reglas acordadas.
  • Revisar periódicamente las reglas planteadas, para evaluar su utilidad y vigencia; es válido modificarlas en el interés superior de la niña, niño o
    adolescente. No están escritas en piedra.

Lograr una parentalidad adecuada no es una tarea sencilla o que se adquiera de inmediato: requiere un esfuerzo permanente.

Algunas recomendaciones para el autocuidado de una parentalidad adecuada son las siguientes:

  • Organiza tu tiempo: decide qué actividades son importantes y a cuáles puedes decir que no. Al priorizar tareas, busca algunos momentos del día para
    descansar.
  • Duerme lo suficiente: la falta de sueño provoca falta de atención, propensión a accidentes, irritabilidad, cansancio, tensión emocional, estrés e incluso culpa, lo que a su vez altera el bienestar físico y psicológico.
  • Si tu hijo o hija enferma y necesita atención por la noche, genera una red de apoyo para realizar turnos, que permitan a la persona cuidadora están en
    buenas condiciones físicas y emocionales.
  • Busca tiempo para relacionarte con otras personas y evita el aislamiento.
  • Procura realizar actividades fuera de casa, que te permitan distraerte.

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