No hay recetas en la crianza de una niña, niño o adolescentes.
Utilizar métodos de disciplina violenta, como golpes, amenazas o insultos, pueden dar la impresión de ser efectivos, porque niñas, niños y adolescentes
tienden a obedecer en el corto plazo. Sin embargo, en el largo plazo, provocan daños emocionales, incluso permanentes.
La violencia física o psicológica no es enseñar a portarse bien, sino a evitar el castigo, lo que a su vez muestra que la violencia es una vía para enfrentar los problemas, además de provocar otras consecuencias, como reducir la capacidad de aprendizaje.
Por su parte, la crianza positiva o parentalidad positiva, que se basa en normas, acuerdos y herramientas sin utilizar la violencia, provocando su comprensión sobre las consecuencias de determinadas acciones y comportamientos.
Se trata de enseñarles a hacer lo correcto, con amor y paciencia, en lugar de implementar el miedo, el castigo y la violencia, sin que en ningún caso deba
confundirse con la crianza permisiva.
Un concepto clave son las competencias parentales, que son las herramientas, conocimientos o habilidades, que permiten que madres, padres o personas
cuidadoras afronten las necesidades de amor y desarrollo de niñas, niños y adolescentes.
Las principales competencias parentales son vinculares, protectoras, reflexivas y formativas.
¿Y en qué consisten cada una de ellas?
Una competencia vincular abarca distintos conocimientos, actitudes y prácticas cotidianas de crianza, que favorece la conexión psicológica y emocional con las niñas, niños y adolescentes, lo que regula su estrés y sufrimiento, organiza su vida psíquica y protege su salud mental, promoviendo una relación y amorosa en términos de parentalidad.
Su principal herramienta es la observación y el conocimiento sensible, es decir, la capacidad de padres y madres o personas cuidadoras para prestar atención y leer las señales con las que la niña, niño o adolescente comunica sus necesidades, así como el conocimiento constante actualizado sobre su
personalidad, sus miedos y gustos, rutinas y preferencias.
En este contexto, un buen trato significa colocar como prioridad su bienestar y salud, teniendo muy presentes sus derechos y necesidades.
- Regulación del estrés: capacidad parental para acompañar, modular y calmar estados emocionales de estrés y sufrimiento psicológico, favoreciendo su transición a nuevos estados de equilibrio.
- Calidez emocional: capacidad de demostrar en forma consistente expresiones de afecto y buen trato, como paciencia, contención y amor, entre otras.
- Involucramiento activo: capacidad de tener disposición, atención y ocupación para responder a sus necesidades, participando activamente de su
desarrollo.
La competencia protectora es cuando un padre o madre cuenta con un conjunto de conocimientos, actitudes y prácticas de crianza que están dirigidas a cuidar y proteger adecuadamente a niñas, niños y adolescentes, resguardando sus necesidades de desarrollo humano, garantizando sus derechos y favoreciendo su integridad física, emocional y sexual.
Entre las funciones principales que abarca la competencia protectora se encuentran las siguientes:
- Garantías de seguridad: otorgarles constantemente la seguridad física, emocional y psicosexual a la que tienen derecho
- Contexto bientratantes: promover que en todos los contextos en donde se desenvuelve (familiar, vecinal, comunal, escolar, etc.) sean respetuosos y
amorosos y bientratantes con la infancia y sus derechos. - Cuidados cotidianos: proveer los cuidados que permitan la satisfacción de sus necesidades básicas, en relación con la alimentación, vestimenta e higiene, entre otros aspectos.
- Organización de la vida cotidiana: establecer un encuadre en su vida, de tal forma que a través de ciertas rutinas, sea posible anticipar hechos cotidianos, lo que genera sentimientos de seguridad y estabilidad.
- Redes de apoyo social: generar y mantener redes de apoyo emocional, instrumental o económico, según resulte necesario en los distintos momentos de la crianza.
Las competencias reflexivas son el conjunto de conocimientos, actitudes y prácticas cotidianas de crianza, que permiten pensar, sentir y hacer acerca del
tipo de parentalidad que vivieron los propios padres, madres o personas cuidadoras.
En este proceso se reflexiona acerca de las influencias de lo heredado de las vivencias y experiencias, con el consecuente razonamiento de si es el deseo
de seguir en ese mismo camino de trato y educación.
También permite analizar la forma de crianza que se está llevando a cabo con los propios hijas e hijos y darse un momento para pensar y sentir acerca del rol propio, a fin de desarrollar una parentalidad de la mejor manera posible, con una mayor capacidad de crear una cultura de paz en la familia.
Las competencias formativas son el conjunto de conocimientos, habilidades y prácticas cotidianas de parentalidad y crianza, dirigidas a:
- Definir normas y hábitos mediante una disciplina respetuosa basada en el buen trato. Se trata de la capacidad para regular y guiar su comportamiento, mediante el uso de herramientas como la anticipación y explicación.
- Socialización o preparación para vivir en sociedad; implica transmitirles las normas de comportamiento y reglas aceptadas en los espacios públicos,
introduciéndole en los valores y costumbres de su comunidad o cultura. - Estimulación del aprendizaje
- Guía, orientación y consejo para diversos momentos de la vida.
Para poner reglas, en un enfoque de crianza positiva, se consideran las siguientes recomendaciones:
- Las reglas y normas se basan en razones y no en voluntades propias.
- Dar explicaciones lo más claras posible, a fin de que sean comprendidas por la niña, niño o adolescente.
- Dejar claro que el objetivo es cuidar la seguridad y promover la sana convivencia
- Hacerles conscientes de las consecuencias de romper con las reglas acordadas.
- Revisar periódicamente las reglas planteadas, para evaluar su utilidad y vigencia; es válido modificarlas en el interés superior de la niña, niño o
adolescente. No están escritas en piedra.
Lograr una parentalidad adecuada no es una tarea sencilla o que se adquiera de inmediato: requiere un esfuerzo permanente.
Algunas recomendaciones para el autocuidado de una parentalidad adecuada son las siguientes:
- Organiza tu tiempo: decide qué actividades son importantes y a cuáles puedes decir que no. Al priorizar tareas, busca algunos momentos del día para
descansar. - Duerme lo suficiente: la falta de sueño provoca falta de atención, propensión a accidentes, irritabilidad, cansancio, tensión emocional, estrés e incluso culpa, lo que a su vez altera el bienestar físico y psicológico.
- Si tu hijo o hija enferma y necesita atención por la noche, genera una red de apoyo para realizar turnos, que permitan a la persona cuidadora están en
buenas condiciones físicas y emocionales. - Busca tiempo para relacionarte con otras personas y evita el aislamiento.
- Procura realizar actividades fuera de casa, que te permitan distraerte.